domingo, 27 de junio de 2010

Friedrich Nietzsche - De la muerte voluntaria






–Mueren muchos demasiado tarde y algunos mueren demasiado pronto. "¡Morir a tiempo!", es una doctrina que todavía resuena extraña en muchos oídos. Morir a tiempo: he aquí lo que enseña Zaratustra. Cierto es que quien nunca vivió a tiempo no sabría morir a tiempo. ¡Que no nazca nunca!: he aquí lo que yo aconsejaría a los superfluos. Pero, hasta los superfluos se hacen los importantes con su muerte, y hasta la nuez más hueca pretende ser cascada. Todos conceden importancia a la muerte. Pero para ellos la muerte no es todavía una fiesta. Los hombres no saben nada todavía de cómo se consagran las más bellas fiestas. Yo os muestro la muerte que consagra, la muerte que es un aguijón y una promesa para los vivientes. Quien se realiza enteramente muere de su muerte, victorioso, triunfante, rodeado de los que esperan y prometen.

Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra, Edaf, trad. Carlos Vergara

domingo, 20 de junio de 2010

Antonio Lucas - El último horizonte







No nace de la luz este cuerpo. No tiene su invierno en la muerte. No hace surco al andar. No lo conoces. En él no hay trance ni fractura, tan sólo una edad que era mi edad inflamando el aire, o esa percusión sanguínea de lo desposeído, o ese paisaje extremado cuando el amor se pone en pie como un metal irremediable. Debajo de la noche asedia una simiente oscura y allí nos reunimos, en los pueblos sumergidos de la sangre, en las plazas del destierro y del azufre, en los varales del frío, a la orilla de un fuego que se encalma pues de origen ya perdió la eternidad y sólo se presiente puro esmalte de cenizas. Es el otro la de la Estigia y en ella entras junto al cuerpo aquel que fuiste, cayendo el tiempo todo sin palabras. Hermoso el pífano de llanto que os recibe bajo el hambre de los siglos. Escupid ahora el cobre de las bocas, que el cáncer de la usura llega (sobre todo) al último extravío. Tomad de alma la niebla. Despojaos del corazón. Sois una larga madrugada sin hechizo, barro mudo y acordes de temblor. De qué sirve la vida si no es para abonar este camino volcado como el sueño hacia la gloria del abismo.

Antonio Lucas, Los mundos contrarios, Visor

domingo, 13 de junio de 2010







We have had too much consecration,
too little affirmation,

too much: but this, this, this
has been proved heretical,

too little: I know, I feel
the meaning that words hide;

they are anagrams, cryptograms,
little boxes, conditioned

to hatch butterflies...



Hemos recibido demasiados dogmas
y muy pocas garantías,

demasiados: mas no se ha demostrado
lo suficiente que esto, esto, esto

es herejía: sé, y siento
el significado que ocultan las palabras;

son anagramas, criptogramas,
pequeños estuches, adecuados

para incubar mariposas...


Hilda Doolittle, Trilogía, Lumen
Trad. Natalia Carbajosa

miércoles, 9 de junio de 2010

Kaneto Shindo - El gato negro



Kaneto Shindo, El gato negro (1968)

Marcel Schwob - El libro de Monelle






(...) Sé olvidadizo de todo.
Con un punzón acerado te ocuparás de matar pacientemente tus recuerdos, tal como el antiguo emperador mataba las moscas.
No hagas durar tu felicidad por el recuerdo hasta el porvenir.
No te acuerdes y no preveas.
No digas: trabajo para adquirir; trabajo para olvidar. Sé olvidadizo de la adquisición y del trabajo.
Álzate contra todo trabajo; contra toda actividad que exceda el momento, álzate.
Que tu marcha no vaya de un lado a otro; porque no existe tal cosa; pero que cada uno de tus pasos sea una proyección restablecida.
Borrarás con tu pie izquierdo la huella de tu pie derecho.
Desconócete a ti mismo.
No te preocupes por tu libertad: olvídate de ti mismo.

Y Monelle dijo: Te hablaré de mis palabras.

Las palabras son palabras mientras son dichas.
Las palabras conservadas están muertas y producen pestilencia.
Escucha mis palabras habladas y no actúes de acuerdo con mis palabras escritas.

Después de hablar así en el páramo, Monelle calló y se puso triste: porque debía sumirse otra vez en la noche.

Y de lejos me dijo: Olvídame y te seré restituida.

Miré por la planicie, y vi alzarse a las hermanas de Monelle.

Marcel Schwob, El libro de Monelle

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